Eran las 7:00 am y la neblina caía sobre la sabana bogotana. Un aire fresco anunciaba el inicio de una jornada emocionante. El rugido de los motores empezó a llenar el ambiente, estábamos listos para emprender el viaje en nuestras Vespas. A pesar del frío, la emoción y la expectativa por un nuevo viaje era palpable entre los motociclistas.
Antes de partir, nos reunimos alrededor de aromáticas y tintos que nos reconfortaban y nos daban el ánimo suficiente para querer continuar. El sol aún no se mostraba en su máxima expresión, pero las ganas de explorar superaban cualquier sensación térmica.
Atravesar la fría sabana era como deslizarse por un lienzo pintado con los paisajes más hermosos. La Vespa se convertía en la compañera perfecta para disfrutar del trayecto, compartiendo risas y anécdotas en el grupo. La primera parada fue en el restaurante Topotoropo, donde el dueño nos recibió con una hospitalidad que nos hizo sentir como en casa. Las almojábanas con aguapanela fueron el motor perfecto para tener un impulso de energía y poder continuar nuestro viaje.
El sol empezaba a tomar fuerza y los cascos de cada motociclista reflejaban los rayos, creando destellos que anticipaban las aventuras que nos aguardaban. Al llegar a la represa del Neusa alrededor de las 11 de la mañana, la brisa fresca y el agua tranquila y serena nos dieron la bienvenida. El paisaje parecía pintado por la naturaleza, las casas del lugar se asomaban entre los árboles altos que enmarcaban el camino.
Emprendimos un recorrido de 15 minutos hasta nuestro destino final, una vez llegamos, la represa brillaba y reflejaba los colores de nuestras Vespas, las cuales agrupamos por colores para resaltar la diversidad y la belleza del lugar. Cada rincón era una postal que capturábamos con nuestras miradas y nuestras cámaras, inmortalizando la conexión entre la comunidad y el entorno que explorábamos.
Después de tantas emociones, era hora de cerrar la jornada con una deliciosa comida. Caminamos hasta una acogedora cabaña donde nos esperaban platos típicos colombianos que nos terminaron de enamorar del lugar. Los juegos, las risas y las conversaciones llenaban el espacio, creando la sensación de que éramos amigos de toda la vida, unidos por la pasión compartida por las Vespas.
Así, entre anécdotas, nuevos amigos y la sensación de haber vivido una experiencia única, dimos por concluido nuestro día. La Vespa no solo fue nuestro medio de transporte, sino el hilo conductor que tejió una jornada llena de emociones y memorias que perdurarán en el tiempo.